“En mi familia hay una maldición.
Porque mi tío se murió por tener el mismo nombre que su tío.
Que también se murió.
A la misma edad.
Pero también hay lo contrario a una maldición.
Una coincidencia.”
Abril Castillo Cabrera
Tarantela es una novela con forma de galaxia: el centro de gravedad es un fichero que registra, de manera cuidadosa, los últimos días en la vida de Jano, internado en el hospital por haber ingerido veneno para ratas. La narradora recuerda la muerte de su tío, que ocurrió cuando era pequeña, y descubre que la historia reciente de su familia gira en torno a aquel suceso envuelto en el misterio y el dolor, que los destinos individuales, tanto de ella como de su hermano, siguen los pasos de una maldición que los precede.
¿Cuándo nuestra historia personal resulta inseparable de la historia de nuestra familia? En Tarantela, la narradora emprende una búsqueda a través de las constelaciones genealógicas, para reinterpretarlas y tratar de reconstruir los vínculos que la unen con las personas que más quiere. Mientras que el veneno tiñe los caudales melancólicos de este libro, Abril Castillo busca el antídoto en la hermandad y en la escritura.
Abril Castillo (Morelia, 1984) es curadora, dibujante, escritora y editora. Da clases de escritura para dibujantes y de dibujo para escritores, y cree que ahí en medio habita la ilustración. Le gusta leer en los trayectos y dibujar en libretas. Si fuera un medio de transporte, sería un tren. Dirige su sello editorial independiente, Alacraña. Ha publicado los libros de dibujo: Las mujeres de mi vida, Chet y Sobremesa. Es socia del estudio Panamá. Tarantela es su primera novela.
Tarantela es un relato donde la memoria, la nostalgia, el dolor, el amor y la esperanza forman parte de la misma telaraña, que es la familia. Después de las pérdidas, de las rupturas amorosas y de las enfermedades, Abril, Lucas, sus padres, sus tíos y sus abuelos saben que pueden refugiarse en su familia y que la gota de veneno que comparten es también su antídoto. Al final, eso es lo que hacen las familias, “reintegrar con lo que queda vivo para sanar el hueco que deja una ausencia”.
Karla Sánchez